Con el culo al aire
En todas las oficinas siempre hay alguien que tiene un costurero más completo que el del programa de televisión «Maestros de la Costura». Todos sabemos quién es esa persona que, cuando nos ocurre una pequeña desgracia con la ropa, podemos llamarla en busca de asistencia técnica.
Siempre me pregunté los motivos por los que la gente tiene costureros de atelier de moda en el trabajo. Me explico. ¿Qué es lo peor que puede pasar? ¿Que se te afloje un botón y tengas que coserlo antes de perderlo? ¿Que se te descosa el bajón del pantalón?
Esa era mi inocencia hasta que un día tuve la respuesta a esta duda trascendental.
Con el culo al aire
Un día al llegar por la mañana a mi puesto de trabajo, al soltar el bolso y quitarme el abrigo, di sin querer el bote de los bolis. Se cayeron todos al suelo.
Al agacharme para recogerlos, noté un tirón en la costura del culo del pantalón. Me toqué y se me había descosido. Pero no un poquito. No, que va. Se me había descosido la costura entera, desde la cinturilla hasta la entrepierna.
Para mayor desgracia, ese día llevaba tanga, en vez de bragas de cuello alto. Es decir, estaba literalmente con el culo al aire, tal y como le pasó a Lady Gaga en un concierto.
La llamada de emergencia
Llamé corriendo a mi compañera costurera:
– María, se me han descosido los pantalones ¿sigues teniendo el costurero?
– Sí, lo tengo en el cajón de mi mesa. Pásate cuando puedas a por él.
– No puedo acercarme, estoy con el culo al aire – Se sentaba en la otra punta de la oficina
– Vale, te lo acerco yo.
Me senté en mi silla, mientras esperaba a que María se acercase. Así parecía que no había acontecido nada inusual en aquel rincón de dirección general.
Dando por culo
Sin embargo, la directora de la que te hablé aquí, aquella del zasca, me llamó a gritos:
– Erika, ven a mi despacho ahora
Estoy convencida de que debió escuchar mi llamada de emergencia porque nuestras mesas estaban separadas por un tabique de pladur, de esos que son más finos que el papel de fumar.
Como siempre estaba poniendo al límite mi paciencia (lease con ironía), debió pensar que ese era un buen momento para volverlo a hacer.
Para que no me vieran el culo ni ella ni nadie que pasara por allí, me puse el abrigo y entré en su despacho:
– Erika, necesito que me escanees estos documentos ahora.
– Vale – y los cogí.
– ¿Por qué llevas el abrigo puesto?
– Porque acabo de llegar a la oficina y aún no me ha dado tiempo a quitármelo – conociéndola, seguro que si le contaba mi desgracia, se le ocurriría algún plan maquiavélico para que todo el mundo me viera el culo.
Escaneé los documentos y volví a entrar en su despacho a devolverle los originales. Cuando iba a salir:
– Erika, tengo reunión con visita externa en 15 minutos. Necesito que imprimas y encuadernes la presentación que acabo de enviarte por email, y que prepares la sala con cafés, aguas, etc. Avísame cuando la visita ya esté en la sala.
Al darme la vuelta para salir del despacho:
– Erika, ¿por qué no te has quitado el abrigo? no vayas así por la oficina, da mala imagen.
Me limité a responder:
– Estoy destemplada, creo que me estoy constipando.
El plan salvavidas
En mi mesa ya estaba mi compañera con el costurero:
– ¿Qué te ha pasado?
– Mira cómo voy
– Tía, vas con el culo al aire
– No me lo recuerdes. Mi vecina me está pidiendo cosas urgentes y, para colmo de males, son de pasearme la oficina. Tengo que prepararle la sala para una reunión y recibir su visita, pero no veo el momento de poder ir al baño a coserme los pantalones.
– No te preocupes. Te echo una mano. Te preparo la sala, mientras tú te coses los pantalones.
Me salvó la vida.
Di a Ctrl+P y, mientras se imprimía la documentación de la reunión y mi compañera preparaba la sala, fui corriendo al baño a coserme los pantalones. Por el camino me pasé por Recepción para pedirle a mi compañera que, si llegaba la visita, fuera ella la que les metiera en la sala.
Lectura recomendada: Momentos SOS de una secretaria
Al salir del baño con el pantalón cosido y el culo tapado, mi compañera de Recepción me dijo que la visita todavía no había llegado. Esos minutos de retraso me dieron tiempo para encuadernar los papelotes que me estaban esperando en la impresora.
Lecciones aprendidas
Revisar la ropa antes de salir de casa
Desde entonces, siempre reviso las costuras, botones, cremalleras, etc. antes de salir de casa. Lo que veo más suelto, lo repaso y recoso, no vaya a ser que … en fin, que más vale prevenir que curar.
Tengo mi propio costurero en la cajonera
Desde aquel día yo también tengo un costurero en el cajón. Es uno de esos que te regalan en los hoteles, con lo imprescindible para salir del apuro.
Nunca más pantalones
Desde entonces no me he vuelto a poner pantalones para ir a trabajar. Nunca jamás. Poco importa que llueva o nieve, yo voy monisima con falda o vestido. Cuando hace frío del carajo, me pongo medias con forro polar en el interior y tan calentita, oiga.
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¿Te pasó alguna vez algo parecido?
Imagen destacada Patrón de culos sin costuras de MaryValery/Shutterstock
Ana Vazquez
5 octubre, 2018 @ 16:16
la verdad es porque te pagan por trabajar que sino… besitos!
Erika Martin
5 octubre, 2018 @ 16:25
… y porque necesitamos en dinero para pagar las facturas que sino en casa con el pijama todo el día, jajaja
Muchos besos, Ana, disfruta el finde
Conxita
5 octubre, 2018 @ 19:51
Genial Erika, esas medias me han dejado intrigadas, por favor dime cuáles son jajaja
A mi me pasó algo parecido pero al revés con un pantalón con la cremallera en el trasero, la cremallera decidió ni subir ni bajar y quedarse a la mitad y claro después de horas y necesidades tuve que recurrir a la costurera de turno en mi caso para romper la cremallera. Afortunadamente llevaba un jersey largo que me tapaba el trasero y con un imperdible nadie se enteró. Arreglé los pantalones pero creo que apenas me los pongo, no me fío.
Besos
Erika Martin
6 octubre, 2018 @ 20:22
Hola Conxita,
esas medias son las tupidas de 80 – 100 denier. Son de la marca DIM y en H&M también puedes encontrarlas.
jajaja o sea que tú también has pasado por uno de estos momentos de sudores fríos jajaa Menos mal que llevabas jersey largo y lo pudiste disimular.
Entiendo perfectamente que no te pongas apenas esos pantalones. Es que una se queda traumatizada jaja fíjate yo, ya no me he vuelto a poner pantalones para ir a trabajar (como si las faldas no se descosieran, anda que …)
Muchos besos, guapa!
chus
5 octubre, 2018 @ 20:20
Yo guardaría un pantalón de repuesto en la oficina, no me gustaba ir con falda 😉
Erika Martin
5 octubre, 2018 @ 21:06
¡Ostras! lo de los pantalones de repuesto es una idea brillante. Pero ¿tú te pones falda, Chus? jajaja
chus
6 octubre, 2018 @ 03:29
Como Miguel Bosé en sus buenos tiempos ?
Erika Martin
6 octubre, 2018 @ 20:23
jajaaj es verdad, se me había olvidado que Miguel Bosé llevaba falda en sus tiempos
chus
6 octubre, 2018 @ 21:30
?
José Antonio Ramírez Gonzalez
6 octubre, 2018 @ 03:34
Sigo fascinado Erika con todo lo que escribes e ilustras, no tengo un articulo tuyo favorito porque todos son excelentes, pero éste de las descosidas si que me movió más de un vez en mi sillón por las carcajadas de situaciones complejas que obligan este tipo de imprevistos, principalmente porque también fui victima en reiteradas ocasiones en mi oficina, la calle y , ops, en el metro. Fabuloso Erika, te mando un cordial saludo desde la enorme Ciudad de México. Un abrazo. Enhorabuena.
Erika Martin
6 octubre, 2018 @ 20:35
Hola José Antonio,
el asunto de este artículo es algo de lo que nadie habla, pero que nos ocurren a todos … a ti con mucha más frecuencia que a los demás, solo te falta «puntuar» en el supermercado jajajaj es broma. Tremenda experiencia debió de ser la del metro.
En Twitter varias personas me han dicho que lo arreglan con la grapadora. Quizás deberías llevar una pequeña en el bolsillo por si las moscas (sigo con la broma).
Me encanta saber que te gusta tanto mi blog, José Antonio, eso me motiva para seguir contando historias. Mil gracias.
Un abrazo desde el otro lado del charco
María Rivero Sánchez
6 octubre, 2018 @ 17:06
Hola!
Jeje. Son de esas cosas que parecen mentira… hasta que le pasan a una! Y si no hubiera sido esa jefa, seguro que habría habido otro motivo para tener que levantarte, que eso no falla: puede que en toda la semana no salgas de tu espacio, pero en cuanto pasa una de estas cosas: todo son tareas de pasearse de acá para allá.
Te iba a decir lo del repuesto, pero ya lo he leído en un comentario. Yo, pantalones, no, pero en la oficina tenía unos zapatos de repuesto desde una vez que se me rompió un tacón, también es verdad que siempre tengo un mini costurero a mano, que se note que he crecido entre modistas!!
Un beso.
Erika Martin
6 octubre, 2018 @ 20:59
Hola María,
Pues sí, parece que estas cosas son leyendas urbanas hasta que te ocurren a ti.
Tienes razón, si no hubiera sido esa jefa, entonces hubiera aparecido por allí Murphy (que es otro que no me deja en paz jajaaj) Una no se pasea por la oficina y sufre incluso el síndrome de la clase turista, hasta que te quedas con el culo al aire, se te han carreras en las medias o te tiras la taza de café por encima. Ese día será el que no te puedas sentar ni 5 min en tu silla.
¡Me anoto lo de los zapatos de repuesto! A mi ya se me han roto 2, aunque por suerte había zapaterías cerca y pude bajar a comprarme otros nuevos.
Familia de modistas ¿trabajando en casa?
Un besote
Paula Koval
8 octubre, 2018 @ 03:50
Thank you for sharing your experience with having your ass in the air, Erika.
About 25 or 30 years ago I was working for a prestigious agency in Washington, DC. On a particular day I was to give a presentation to some of the powers who are and their minions about an acquisition plan for additional computing facilities and interconnections. I wore a black pants outfit with a white silk blouse to the office that morning and had a pair of black heels ready to use later in the day. All was well until I bent down to retrieve a paperclip and tore the ass out of my pants.
I could feel the stitches pop so I knew that I had a problem. It was about 0930 when this happened. I did not panic because I knew of a tailor shop about three blocks away. I left word that I was stepping out for a bit and went to see one Mr. Diaz the tailor.
Mr. Diaz was to be open at 1000 but I was there early. I waited outside of his shop, leaning against the wall so my ass wouldn’t show. 1000 came and went but no Mr. Diaz. I greeted some of my friends from the office who were also out that morning but I did that with my ass to the wall in the front of Mr. Diaz shop.
I waited for Mr. Diaz to show but at almost 1100 I decided to search for another place where I could get help. As I walked down the street I was almost laughing because I thought of all of the people in my life who would love to fix my ass but not one was in sight!
In a few minutes I found myself at the Watergate Complex. Yes, that Watergate Complex. I walked through the shopping area and found a dry cleaner that did tailoring. I went in and walked up to the counter where I greeted by a young woman who spoke to me in what I thought was a Latin or Hispanic accent. In the room behind the counter were another young woman and an older lady who was seated at a sewing machine.
I told her what happened and that I needed to have my pants fixed but I didn’t make my point clearly enough. I tried again, but no luck. Then I turned around and pulled the seat of my pants apart. She said something in Spanish. All I understood was a word that sounded like «pantalones.» The two women in the back room started to laugh, especially the grandma who was at the sewing machine.
The woman at the counter told me that grandma could fix my pants. I asked where the dressing room was. They did not have one but she pointed to a bar that was filled with hanging clothes and told me that I could undress there. I did so and handed my pants, through the hanging coats and dresses and suits, out to her. Again, someone said something with «pantalones» in it and grandma laughed some more!
Now anyone passing in front of the shop could see this bar with clothing hanging from it and a pair of legs with trouser socks and black flats on them below the clothes waiting for pickup. I laughed at how ridiculous this whole morning had been and the three women laughed with me!
I was glad to have my pants back on my ass! I paid the nice young woman at the counter and said goodbye to all of my new friends. I arrived back at work, no longer vulnerable because I found a complete stranger to fix my ass when I needed it!
No, I don’t sew. Anything that needs a button sewn on it, a seam tightened, or anything requiring a needle and thread goes to the tailor shop.
Erika Martin
8 octubre, 2018 @ 22:27
Thank you for sharing your anecdote, Paula. I died for laugh by reading it.
In just a second, you lost your glamorous business woman look.
It is so funny the part you had your ass against the wall while you was greeting your colleagues.
Mr. Diaz? missing!! … and your enemies too hahaha
I visualised your (maybe confused) face when that Watergate complex ladies were saying «pantalones, pantalones»
At the end you got your pants fixed ¡bravo!
By the way, I wrote down the option of looking for a tailor shop next time I have an issue like this. It is a very good solution.
Big hug and kisses (also for Cindy)
marigem
9 octubre, 2018 @ 09:51
Jajajaj, madre mía vaya trago. Como plan B no estaría mal tener en la oficina un pantalón para emergencias, uno negro qu eva con todo, de una tela qu eno arrugue, metido en un cajón.
Besos.
Erika Martin
10 octubre, 2018 @ 21:51
Hola Marigem,
es plan B es muy buena idea y añadiría también una camisa por si acaso se te cae un botón y lo pierdes (seguro que sería el que va a la altura del pecho, jajaja)
Un besote
beatrizpgarcia
9 octubre, 2018 @ 20:52
¡Hola, Erika!
Jo, hacía mucho que no me pasaba por aquí. Te tenía agregada a Feedly, pero no sé por qué llevaba meses sin actualizarse ¡Y yo pensando que estabas de parón! Nada que no pueda solucionar una buena suscripción ✌️
Pues fíjate que a mí me pasó algo parecido. Era el año 2002 y estaba trabajando de becaria en un periódico. Ese día llevaba mis pantalones color marrón divinos de la muerte pero con los que apenas podía respirar… y pasó lo que tenía que pasar.
Mi silla estaba muy alta y el regulador estaba roto. Así que cada vez que me bajaba de la silla tenía que tirarme, literalmente, al suelo ¡jaja! (mido poco más de metro y medio)
Pero ese día no me tiré. Se me cayó el boli y fui tan cazurra de querer cogerlo sin moverme de la silla. Me fui agachando, agachando hasta que ¡fiiissss!… Un ruido seco que sólo puede significar una cosa… El pantalón roto desde la cinturilla de la espalda hasta la bragueta… Yo ese día llevaba unas braguitas de cuadros rosas y blancos muy cuquis, jaja!! ??
Me salvó la vida mi compañera de sección. Ella era de fuera de Madrid y, como era viernes, volvía a su casa a pasar el finde y llevaba una mochila con la ropa sucia de toda la semana. Se resistió un poco porque le daba cosa que me pusiese algo sucio, pero era lo mejor comparado con ir enseñando mi culo de becaria.
Además, tuvo que dejarme una chaqueta vaquera a modo de cinturón para sujetar el pantalón. En aquella época yo era muy poca cosa y utilizaba una talla 32 y mi compañera usaba una 42, así que iba arrastrando la ropa por toda la ofi ¡jaja!
Mi chico fue a buscarme al final del día y me trajo ropa de mi casa para que ella pudiese llevarse la suya y lavarla ?
Ahora me río un montón, pero ese momento fue de pánico total. Eso sí, yo no he aprendido la lección. Llevo mogollón de mierdas en el bolso, menos un costurero ¡espero no tener que acordarme de ti ningún día, jaja! ??
Un abrazo, guapa
Bea
Erika Martin
10 octubre, 2018 @ 22:16
¡Hola, Beai!
qué alegría verte por aquí 🙂 No sé por qué no me puedes ver por Feedly, a ver si es que están tramando algo al estilo G+ jajaja Menos mal que existe el plan B de suscribirse al blog ¡qué resolutiva eres!
Me parto, te acuerdas del año en el que todo tu glamour quedó por los suelos, por culpa de aquel boli del demonio … leyéndote, retumba en mi cabeza ese sonido seco de la costura estallando por el culo ¡¡puff!! … vaya tela, te quedaste como Lady Gaga y yo … aunque, bueno, tú luciendo braguitas super cuquis 😉
Menos mal que tu compañera te prestó su ropa sucia jajaja Como plan de emergencia, siempre es mejor llevar ropa sudada varias tallas más grande (chica, eras un palillo) que ir con el culo o las braguitas al aire.
Ya te imagino llamando a tu chico y diciéndole «esta tarde te pasas a buscarme sí o sí, he tenido drama en la oficina», y él flipando con lo que te había pasado y cogiendo ropa de repuesto de tu armario.
Y es que metemos de todo en el bolso, menos lo que puede ser útil de verdad en un momento dado, ains. No, no, yo tampoco espero que no te acuerdes un día de mi por lo del costurero ?
Un besote, compi
Mary Asexora
9 octubre, 2018 @ 21:02
Jajaja, no me lo puedo creer!!!!
Si me pasa a mí algo así me muero de la vergüencita… Aunque si me ocurriera algo similar, siempre ehcaría mano de la chaqueta. Tanto en invierno, por motivos obvios, como en verano, gracias a la regulación térmica de nuestro «edificio inteligente», siempre llevamos la chaqueta del uniforme.
Besicos.
Erika Martin
10 octubre, 2018 @ 22:21
Pues créetelo, Mary, estas cosas pasan y cuando ocurren, solo quieres que te trague la tierra del apuro que se pasa, jajjaa
Genial, tú seguirías la técnica de supervivencia oficinística que empleé yo, ponerse el abrigo o la chaqueta por encima. Como bien apuntas, la chaqueta es algo que solemos tener todas las chicas en la oficina gracias al clima polar en verano y al ahorro de energía (o sea, calefacción) en invierno.
Muchos besos
Juanan G.C.
10 octubre, 2018 @ 19:56
Jajajaja, menudo papelón Erika.
Lo primero de todo, ME ENCANTAN LOS CULETES DE LA ILUSTRACIÓN. Qué naif y que monos, jajaja.
Yo recuerdo haberme abierto toda la entrepierna de los vaqueros en mas de una ocasión, alguna trabajando y recurrí a lo típico de anudarme el jersey a la cintura y colocarlo de la forma mas disimulada posible cada vez que tenía que levantarme a por algo.
Tu anécdota me ha recordado a un momentazo de mi mujer, trabajando un dia de estos super estresados en los que no tienes ni tiempo de ir a hacer pis, cuando ya lo encuentró y se decidió, con la vejiga reventando, llegó al baño y se le había roto la cremallera del pantalón, ni para arriba ni para abajo. Con la desesperación, cogió unas tijera y ras!!
Afortunadamente trabajaba al lado del Hipercor y se bajó con un imperdible a comprarse otros pantalones.
A grandes males, grandes soluciones.
Un abrazo!!!
Erika Martin
10 octubre, 2018 @ 22:35
¿En serio, Juanan? ¿se te rompieron los pantalones más de una vez? ?? Menos mal que tenías un jersey a mano para atártelo y aparentar que ahí no había pasado nada.
Lo que le ocurrió a tu mujer fue una auténtica putada … cuando la pobre consigue ir al baño, resulta que la cremallera decide quedarse atascada. Se le juntó eso con la vejiga a punto de reventar. No me extraña que optara por cortar por lo sano jajaja era eso o hacerse pis encima.
Menos mal que tenía un imperdible para apañarlo y un Hipercor cerca.
Genial la anécdota, gracias por compartirla. Un abrazo para ti y tu mujer y las sirenitas de la casa.
Jose
13 octubre, 2018 @ 23:40
Hola erika,te comprendo perfectamente.
A mi me pasó lo.mismo pero con.la cremallera y a 100 km de mi casa.Me puse un imperdible pero no sirvió de nada.
Y andaba por la calle y se me veía todo.
Con el trabajo que me costó aparcar y me tuve que ir enseguida,jaja.
Un saludo.
Erika Martin
19 octubre, 2018 @ 00:24
Hola Jose,
vi tu comentario el otro día y pensé que te había respondido, hasta que he entrado ahora al blog y me he dado cuenta que no lo hice. ¡Qué despiste! Mil perdones.
O sea, que tuviste que ir con el pajarito al aire por el mundo ? ¡Qué mal lo del imperdible! porque tan lejos de casa, seguro que pensaste que era una buena solución y resulta que no sirvió de nada, ggggrrrr. Tendrás que llevar unos pantalones de repuesto en el coche por si acaso vuelve a sucederte algo así en el futuro.
Saludos
Pedro Fabelo
8 noviembre, 2018 @ 16:49
Vaya, vaya,vaya. Me ausento unos meses de tu blog y te falta tiempo para ir enseñando el culo al personal. ¡Si es que no te puedo dejar sola, chiquilla, que te me desmadras! Madre del abor erboso. Por cierto, me ha hecho mucha gracia la expresión «frío del carajo», ya que es muy típica de mi tierra. En fin, me alegra que sigas en tan buena forma y con el humor de siempre, Supersecretarywoman. ? Un beso.
Erika Martin
8 noviembre, 2018 @ 17:50
Hola Pedro,
en estos meses me he vuelto una descocada jajaja … «cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo» 😉 Eso se dice mucho también por Madrid.
El humor que no falte. A mi me ha alegrado mucho ver que has publicado nuevo libro. Muchos éxitos con las ventas y cuidado con tu blog no te vaya a reclamar su parte de beneficios jajaja
Un beso
Liliana
24 diciembre, 2018 @ 02:48
Nunca me pasó eso (habiendo usado pantalones únicamente durante 10 años es que mi culo es muy chico jaja), pero sí se me han roto las sandalias o me he manchado el pantalón por el período… soy previsora así que siempre fueron pantalones oscuros que me permitieron no pasar papelones.
Erika Martin
30 diciembre, 2018 @ 10:21
Hola Liliana,
es verdad, otro de los «dramas» que tenemos las mujeres es el de manchar la ropa cuando te baja el periodo. A mí me pasó eso una vez y lo peor es que llevaba falda blanca. Tuve que optar por la solución de urgencia de atarme un jersey a la cintura. Tu idea de llevar pantalones oscuros es genial. Me la apunto para esos días.
Lo de los zapatos también es tremendo. No puedes ni andar jajaja
Gracias por tu comentario. ¡Felices Fiestas!
Óscar
22 enero, 2019 @ 18:12
Otra opción es el teletrabajo. Total, con la cantidad de secretarias que no despachan con su jefe… Besitos
Erika Martin
22 enero, 2019 @ 20:06
Pues sí, Óscar, en vista de que la mayoría de las secretarias no despachan con su jefe, poca diferencia hay entre estar en la oficina o estar en casa. Eso sí, siempre y cuando la empresa ponga y pague todos los recursos necesarios para teletrabajar