Electrocución en la oficina
Si trabajas en una gran empresa o en una multinacional, ya te habrás dado cuenta que cada 2 o 3 años toca rediseño de la oficina. Ademas de redecorar todas las instalaciones a ti de cambian de sitio y te toca hacer mudanza.
Algunas veces sales ganando porque tu nuevo sitio es guay y otras veces el cambio es a peor.
Por ejemplo, una desgracia para las secretarias es que pases de tener tu mesa a la puerta del despacho del jefe a que te la pongan al lado de la puerta de la sala de juntas. Todo el que pase por allí te robará un boli (e incluso tu cuaderno con tus notas) cuando vayan a entrar en alguna reunión.
Mi nuevo sitio
En cierta ocasión se rediseñó la zona de dirección de mi empresa y a mi me movieron de sitio. Cuando llegué al nuevo casi me echo a llorar.
Trabajando en un rascacielos con vistas espectaculares a la calle, colocaron mi mesa mirando al tabique del pasillo, que estaba a unos 2,5 metros de mi puesto de trabajo. Me sentía castigada contra la pared.
Mirar por la ventana al horizonte no es para distraerte únicamente, si no que permite relajar la vista y no quedarte miope.
El faldón de mi mesa desapareció en el traslado. Cualquiera que pasara por allí podía verme las bragas, si no me sentaba con las piernas bien juntas o cruzadas. Como la jornada de trabajo tiene mínimo 8 horas, estar así sentada todo el día se hace muy incómodo.
Reclamé mi faldón a los ideólogos del rediseño de dirección. En vez de investigar dónde habría ido a parar y colocármelo, lo que hicieron fue poner una maceta con un árbol bien grande justo delante del tablero de mi mesa.
Vamos, que si quería mirar a la pared, primero debía apartar las ramas de la planta que me habían puesto delante.
El suelo estaba enmoquetado para amortiguar el ruido, como en el 80% de las empresas de este país. Lo malo es que la moqueta se suele limpiar y desinfectar a fondo cada 5 años porque es muy caro. Ahí se va generando un ecosistema de ácaros y otros seres vivos con los que los asmáticos somos incapaces de convivir felizmente.
El enchufe de la discordia
Ojalá se hubiera quedado ahí la cosa.
Lo más grave fue que en el suelo, justo en el espacio de mis pies, habían puesto la roseta con la regleta de los enchufes del ordenador, el teléfono y la impresora. De remate, la roseta no tenía tapa.
Me quejé y solicité que pusieran tapa a la roseta. Estaba segura de que se me iba a colar la rueda de la silla o mi pie en el hueco y que al tocar los cables/enchufes, me iba a electrocutar.
Lo único que conseguí con esta queja es que los de RRHH me mirasen como si fuera extraterrestre.
«Riesgo eléctrico:
Probabilidad de ocurrencia de contacto directo o indirecto con una instalación eléctrica, teniendo en cuenta la gravedad de sus consecuencias sean éstas daños personales, daños materiales e interrupción de procesos»
La silla eléctrica
Si me sentaba correctamente, tal y como te explican en riesgos laborales, tenía todas las papeletas para electrocutarme. A fin de evitarlo y poder apoyar los pies en el suelo, tenía que sentarme con la silla distanciada del escritorio hacia atrás y con la espalda echada hacia delante.
Mi drama incrementaba cuando aparecía por allí el jardinero. Regaba el árbol con un pulverizador gigante. Mojaba:
- la planta
- los cables de la pantalla y teclado del ordenador
- los cables del teléfono
- lo que tuviera sobre el escritorio: documentación importante para firmar, actas reuniones, informes, etc.
En aquella fiesta del agua pulverizada, la moqueta acababa empapada. Y no hay que olvidar que los suelos enmoquetados son unos de los principales motivos que dan lugar a calambres por electricidad estática.
Suelo mojado + electricidad + pies en el suelo = electrocución
¡Quitadme el enchufe!
¿Qué quieres que te diga? Estaba súper preocupada. Mi vida corría peligro.
Hablé con los ideólogos de la redecoración, hablé con RRHH, hablé con mi jefe. Ni caso me hicieron.
Lo que más me frustraba es que se supone que RRHH debe velar por la seguridad de los empleados. ¿No son ellos los primeros que deben cumplir y aplicar toda la normativa relativa a los riesgos laborales? Entonces ¿por qué dieron el visto bueno a poner el enchufe en mis pies? ¿Por qué me ignoraron cuando les pedí que me lo quitaran?
¿Y mi jefe? ¿Estaba tonto o qué? Si me electrocutaba y palmaba, no tendría secretaria hasta encontrar a alguien que me reemplazase. Por puro egoísmo se supone que debería estar interesado en arreglar la situación ¿no?
En fin, todos sabemos que cuando alguien se queja, negocia, etc. siempre debe aportar datos que corroboren lo que estás diciendo. Así que me puse a investigar si realmente mi vida corría peligro o si estaba con paranoias.
En mis investigaciones descubrí que efectivamente hay ciertos materiales que acumulan electricidad estática (moqueta), otros son conductores de electricidad (madera del tablero de mi escritorio o la lana de mis jerseys) y otros la aíslan (botas con suela de goma de 5 cm de grosor).
También descubrí que las mujeres tenemos mayor riesgo de padecer lipoatrofIa muscular (también llamada la «enfermedad de las oficinas») debido a:
- tomas de tierra mal calculadas
- cableado de aquella manera (no quise mirar si los cables estaban pelados)
- aparatos electrónicos (mi ordenador p.ej.)
- suelos conductores (la moqueta)
Los accidentes laborales en las oficinas en España son más numerosos que en la construcción y otros sectores económicos. Las electrocuciones son el tercer motivo que causa estos accidentes y bajas laborales.
La queja formal
Con toda la información, datos recopilados y normativa laboral sobre los riesgos eléctricos en oficinas, escribí una queja formal. La envié por email a RRHH con copia al CEO, o sea, a mi responsable directo.
No cabía duda de que la instalación eléctrica de mi puesto de trabajo era una auténtica chapuza, que corría peligro de electrocutarme y que, por tanto, era imperativo que quitaran esa roseta con los enchufes de debajo de mis pies cuanto antes.
Arreglando la chapuza
No me respondieron al email. Sin embargo, un par de días después aparecieron un técnico de mantenimiento del edificio y un electricista.
Levantaron la moqueta, descubrieron el suelo técnico, empezaron a mover los cables y los enchufes, desplazaron la roseta a otro lugar y arreglaron todo conforme a lo que establecen las normas de prevención de riesgos eléctricos y laborales.
Además y ¡oh, qué casualidad! me colocaron el faldón perdido en el frontal de mi escritorio. Se llevaron la maceta gigante que me habían puesto delante de mi mesa.
¡Qué bien! Ya podía sentarme bien para trabajar y sin temor a un calambrazo o a que se me vieran las bragas.
Aquí no acaba la historia
Unos días después llegó la factura de los trabajos. Me la pasaron para que mi jefe la visara para proceder al pago. La broma había costado 1.500 euracos.
Pensé que les habían timado. Confieso que se me escapó una sonrisilla malvada. Puse la factura en la carpeta de las firmas y cuando estaba despachando con mi jefe y éste la vio, puso el grito en el cielo:
– Erika, tu capricho le ha costado 1500 euros a la empresa
– Si hubierais hecho bien las cosas desde el principio, ahora no tendrías que pagar esa pasta.
Durante los siguientes meses me lo estuvo recordando prácticamente a diario:
– ¿Cómo es posible que mover un enchufe cueste 1500 euros?
– La próxima vez dile a los de RRHH que busquen un electricista más barato
– 1.500 euros un enchufe
– Haber pedido 3 presupuestos como tenemos que hacer todos los empleados para comprar cualquier cosa en esta empresa y cumplir con el compliance
– Menudos caprichos que tienes, Erika, mover un enchufe y encima a 1500 euros. Es un gasto muy elevado para esta empresa
– Pero ¡qué me estás contando! Una multinacional líder a nivel mundial, que factura millones de euros mensualmente, puede permitirse ese gasto. Además es un importe más bajo que cualquiera de tus notas de gastos mensuales.
– ¿Sabes cuánto costó la tontería de cambiar tu enchufe de sitio, Erika?
– Sí, me lo recuerdas casi todos los días
– Pues te lo digo otra vez ¡¡1500 euros!!
¡Qué pesado!
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En tu empresa ¿se hacen chapuzas de este tipo?
¿Los de RRHH se preocupan por evitar los riesgos laborales?
¿Has sufrido algún accidente laboral en la oficina?
Imágenes:
- icono peligro electrocución de SSO/Shutterstock
- Mesa trabajo de Erika de Bitmoji; ordenador, taza café, plantas de Flaticon y regleta de enchufes de Crystal Eye Studio/Shutterstock
- Infografía accidentes laborales en las oficinas españolas diseñada con Freepik
- Infografía Postura correcta al sentarse en el escritorio de elenabsl/Shutterstock
chus
7 septiembre, 2018 @ 19:36
Yo sería capaz de electrocutarme solo por cobrar la indemnización…
Erika Martin
7 septiembre, 2018 @ 20:24
Chus, si te electrocutas, te quedas frito y no puedes pillar indemnización. Mejor un chispazo jaja así estarías de baja unos días y también cobrarías indemnización ?
chus
7 septiembre, 2018 @ 23:00
Procuraría electrocutarme solo lo justo y hacer el paripé 😀
Ana Vazquez
7 septiembre, 2018 @ 19:46
siempre me divierto! besitos!
Erika Martin
7 septiembre, 2018 @ 20:25
Me alegro, Ana, gracias por decírmelo. Muchos besos, guapa!
Mary Asexora
11 septiembre, 2018 @ 21:02
Chapuzas dices… en mi empresa decidieron cambiar los cables de ordenadores y demás y adecentar un poco los puestos. Hasta aquí, todo bien. Pero, ¿qué pasó? Que los cables viejos los amontonaron y amontonaron en rincón durante meses, me-ses. Para que te hagas una idea, empezamos a hacer una porra para ver cuándo tendrían a bien quitarnos semejante nido de mierda. Con el tiempo le cogimos hasta cariño a esa masa e incluso le pusimos nombre: bichocable.
Besicos.
Erika Martin
12 septiembre, 2018 @ 19:42
Me parto de la risa con el «bichocalble», Mary. Este tema de los cables amontonados o haciendo maraña colgando de las mesas (o sea sin estar ocultas en las canaletas para clables) es todo un clásico en las oficinas. No siempre es por hacer bonito, sino por evitar accidentes.
¿Llegaron a quitaros ese «nido de mierda»? ¿Ganó alguien la porra?
Un besote
elrincondemonica
13 septiembre, 2018 @ 17:36
Hola Erika, me ha encantado tu post con el toque de humor que le das. En mi empresa también pasan cosas, y por mucho que te quejes ahí estan sin arreglar, ahora tenemos el aire acondicionado roto, y lo estamos pasando realmente mal, porque hace mucho calor y la oficina siempre la tenemos a tope de clientes. Besitossss
Erika Martin
13 septiembre, 2018 @ 20:49
Hola Mónica,
creo que en todas las empresas cuecen habas y lo peor es que muchas veces no hay interés por arreglarlo. Lo del aire acondicionado es una tragedia épica. Yo lo veo algo tan necesario como la calefacción en invierno.
Vamos a mirarlo por el lado bueno, si tienes calor y sudas jaja es como si estuvieras en la sauna eliminando toxinas y, oye, es una granito de arena para tu cambio de imagen radical sin el estrés de ir la nutricionista 😉
Un besote
Conxita
13 septiembre, 2018 @ 19:51
Hola Erika
Encantada de volver a reírme con tus anécdotas. Y risas al margen es cierto que todos esos cables y moquetas acaban dando problemas graves, nosotros tuvimos un par de casos de lipoatrofIa muscular y una vez diagnosticado entonces sí corrieron a arreglar todos los problemas de un edificio enfermo, porque también enferman los edificios y no solo los de dentro. El caso es que todas esas chapuzas los «ingenieros» no las piensan y a nadie parece importarle.
Recuerdo que en mi anterior puesto de trabajo teníamos problemas con el aire acondicionado «inteligente», habían situado las distribuciones de las mesas sin tener en cuenta al desgraciado al que le caía el «chorro» encima, que aparte de catarros cogía unas contracturas de campeonato pero ni caso, venía el técnico espabilado decía que la temperatura era correcta y ni caso, así que hicimos decoración, nos dedicamos a tapar las tomas del techo con papeles y los técnicos cabreadísimos porque descontrolábamos el aire, esa guerra duró hasta que las mentes pensantes decidieron hacer un cambio de mesas otra vez y que fueran rotando los desgraciados que aguantaban el chorro fresquito. Así que en todas partes cuecen habas…
Un beso enorme guapísima, espero que tus vacaciones hayan sido perfectas.
Erika Martin
13 septiembre, 2018 @ 20:59
… y yo encantada de que te pases por mi blog tras la vuelta de tus vacaciones, Conxita.
¿Qué me dices? ¿Hubo casos de lipoatrofia muscular en tu oficina? Eso sí que es grave. Como siempre, hasta que no pasa algo, no se implementan medidas.
Efectivamente, los edificios están mal construidos o se utilizan materiales que afectan tanto al mismo edificio como a las personas que trabajan en ellos. Luego está la segunda parte, la de no mantenerlos por ahorrar dinero.
Totalmente identificada con la anécdota que cuentas del «chorro» del aire acondicionado. A mi me pasó algo parecido aunque en vez de tapar las tomas con papeles, conseguí que se personara un técnico de riesgos laborales en la oficina. Los de RRHH se pusieron algo nerviosos jejeje Lo conté en este post
Las vacaciones geniales, espero que las tuyas también.
Un besote
Andreas Westhues
22 septiembre, 2018 @ 15:10
Hola Erika:
Empezando con lo importante … las bragas. ¿No os dejan llevar pantalones? Creo que, si fuera mujer, llevarías pantalones de estilo tienda campaña de Decathlon para no dar munición a los babosos 🙂
Ahora en serio (lo intento). Quizás está leyendo el de RR.HH (Paco se llamaba, ¿no?) las publicaciones de tu blog y los pasa luego a tu jefe. Y todo es sólo un complot … Lo de las regletas descubiertas lo he visto muchísimas veces, tantas que pensaba que era normal no taparlas. Lo que también he visto muchas veces son esos enchufes metidos en el suelo, donde puedes conectar los aparatos pero que también tienen salidas de red y en teoría puedes bajar las tapas de estas salidas para que nade se tropiece con ellas. Lo que pasa es que después de algún tiempo, los cables se han enredado tanto que ya no se dejan bajar las tapas. Si das un curso en una sala con este tipo de tomas en medio de la sala, te tropiezas algunas veces porque no te fijas, y al final terminas caminando a paso de oca por la sala para no caer otra vez.
Muy bueno, como siempre, Erika. Siempre consigues que me ría.
Un abrazo
Erika Martin
22 septiembre, 2018 @ 22:26
Hallo Andreas!
No, no para nada está prohibido ir pantalones a trabajar. Yo antiguamente me los ponía mucho hasta que una día me ocurrió una tragedia épica de las mías y desde entonces siempre falda. Da igual que nieve o que hagan -10º, insisto siempre falda. Supongo que ahora te ha entrado curiosidad por saber qué me pasó. Pues estás de suerte jajaja eso lo contaré el 05 de octubre (ya está escrito y programado el post 😉 )
¡Correcto! ¡qué memoria tienes, Andreas! Luis recluta y Paco despide vía WhatsApp. Oye, ahora que lo dices, lo mismo Paco quería deshacerse de mi con una técnica más agresiva que un simple mensajito.
Cómo te entiendo con lo de los enchufes y sus tapas. No solo están debajo de las mesas de las secretarias, también están en las salas de reuniones para que cualquiera tropiece. Buenísimo eso de caminar al paso de la oca, creo que nos pasa a todos. No sé cómo esto no lo han solucionado ya las mentes brillantes de la oficina.
Me alegra saber que te has reído, de eso se trata.
Un abrazo y disfruta el finde
Óscar
24 septiembre, 2018 @ 08:59
Porque tienes capacidad para hacer esto con humor porque no tiene ni pizca de gracia ninguna de las situaciones, ni la de que te vean las bragas, ni mucho menos la de que peligre tu integridad. Y encima te están perdonando la vida… Besitos
Mane Oliva
24 octubre, 2024 @ 22:46
Muy entretenido el articulo0, felicitaciones, me informé bastante.
Erika Martin
25 octubre, 2024 @ 19:15
¡gracias!